domingo, 27 de noviembre de 2011

Un sueño por el Yangtzé


Desperté con un ligero movimiento tambaleante. En cuanto mis ojos se adaptaron a la luz de la habitación pude darme cuenta que me encontraba en un barco. No sabía en aquel momento como llegue allí ni a donde me dirigía, no sabía dónde me encontraba ni quien me acompañaba en mi misma habitación.

Salí a cubierta en busca de aire fresco para poder recuperar mi memoria. Ante mis ojos escarpadas montañas se imponían a los lados del rio en busca del cielo, llenas de vegetación, esperando vírgenes a que alguien se abriera paso entre su espesura.
Juez de almas

Rebusqué en mis bolsillos en busca de alguna pista que me situara en ese barco, mi cámara de fotos podría decirme algo, la encendí, escudriñe las fotos y pude ver un lugar llamado ciudad fantasma, donde la gente de los alrededores adoraban al cielo y al infierno y donde las almas iban a parar para ser juzgadas y decidir su destino. En cierta forma el miedo se apodero de mí pensando que en ese mismo barco, mi alma podría estar siendo juzgada, estaba vivo o muerto? Solo disponía de esa pequeña información y el medio de transporte en el que me encontraba.









Nuestro querido transporte
 El barco era viejo, destartalado, lleno de asiáticos con cámara de fotos en mano, dirigiendo sus objetivos a diestro y siniestro a cualquier punto de las montañas, cualquier hueco en la piedra les parecía digno de retratar.

Continuábamos avanzando entre las verdes aguas del rio cuando de repente supe donde me encontraba. Me vinieron a la cabeza recortes de revista o lecturas anteriores que se superponían a la perfección a lo que mis ojos estaban viendo. El rio Yangtzé se encontraba debajo de mis pies, estaba surcando el famoso rio. Había embarcado días atrás en Chongqing y me dirigía probablemente a Yichang, era la ruta más concurrida y la más usada en estos tiempos, viaje que concluiría con la visita a la presa de las tres gargantas, la obra de arquitectura más grande de la humanidad después de la muralla china.
tres pequeñas gargantas

Pero aquello seria solo cemento y piedra, ahora mismo recorría el rio, justo al abrigo de las tres pequeñas gargantas, adquieren su nombre por su tamaño en comparación con sus hermanas mayores, pero ganan en espectacularidad. Verdes bosques se extendían en sus acantilados. 

Flautista
Súbitamente me invitaron a bajarme del barco, la masa social me empujaba y me dejaba llevar por ellos. Embarcamos en una barca pequeña, como de recreo… Un chino se dirigía a todos nosotros en su lengua natal, incomprensible para mí, y también para algunos compatriotas suyos, debía ser un dialecto de la región. La flauta de un monje sonaba entre los acantilados, a duras penas podíamos divisar su figura dentro de una cueva excavada en la pared. Algunos monos se asomaban entre los bosques buscando agua para beber o simplemente curiosos ante nuestra llegada. El chino que anteriormente nos hablaba comenzaba a cantar canciones típicas locales, transportándonos entre la bruma a viejos tiempos pasados.
Remero

Regresé al barco una hora después, tan cansado como maravillado por las vistas adquiridas y volví a caer en un profundo sueño, algo tenia aquel barco que te invitaba a relajarte, a sumergirte en un mundo irreal e imaginario.

Volví a despertar con el sonido del atraque. Enseguida me vi en un autobús sin destino aparente. Solo al hacer cima en una pequeña colina, vi ante mis ojos la gran obra arquitectónica, millones de litros de agua permanecían tranquilos, custodiados por un muro de 2km de ancho. Maravilla pensar que el ser humano es capaz de construir algo así y de dominar las aguas, pero un golpe de pensamiento te hace volver a la realidad, el agua está contenida, pero le hará retroceder, entonces es cuando el horror ensombrece tus pensamientos y llegas a la conclusión que aquel viaje en barco, aquella ciudad, aquellas gargantas que atravesamos a bordo de nuestro vehículo acuático… Todas esas vistas, toda esa gente y toda esa cultura, iban a desaparecer debajo de esas aguas, la crecida del rio sería imposible de aplacar. 
La presa de las tres gargantas
 Tan pronto como volví a la realidad, ya no había barco, ya no había presa, estaba de camino a otro lugar por carretera. 

Había sido todo un sueño? Existiría ese lugar? A lo mejor mi alma ha sido juzgada por los dioses y aquel viaje no había sido más que un juicio privado. Si ha sido así, algo he podido aprender de todo esto. Aprovecha lo que vivas y sientas, puede que jamás tengas la oportunidad de volverlo a repetir, puede que simplemente el agua del olvido se apodere de ello.

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