UlaanBataar es una ciudad sin hacer, sin mucho atractivo a decir verdad pero su gente guardaba el mayor regalo que he tenido en este viaje, y ese regalo no es otro que sus risas. Mongolia, pese a estar encerrada entre dos gigantes como Rusia y China, tiene en su gente un tesoro que debe conservar, ven la vida con una sonrisa en la boca, aunque bueno, a lo mejor no es más que fruto de mi imaginación al dejar atrás la seriedad Rusa… quien sabe…
Entrada al templo |
Hemos visto un templo budista llamado Migjed Janraisig dedicado al buda de la compasión con una estatua de 26,5 metros donde a sus pies me he purificado con su incienso inclinándome sobre él y llevándome el humo a la cara con la mano. No sé exactamente cuál es el significado, pero no sé si ha sido debido al humo o a los canticos de los monjes que sonaban envolviéndonos en el templo, que he salido como adormecido… sumido en una tranquilidad que hacía tiempo que no sentía.
En definitiva, hemos pasado 2 días viendo la ciudad, caminando, adecuándonos al estilo de vida mongol, cruzando calles sin orden aparente, jugándonos los bigotes en cada cruce y comiendo piñones que los vendedores callejeros vendían como rosquillas por la calle. Nos hemos sentido uno más de la ciudad y hemos cerrado los dos días de visita con una cena con los californianos que conocimos en nuestro viaje al baikal.
Parlamento Mongolia |
Ahora os escribo desde un ger en medio de la estepa de Mongolia, llevamos 2 días de tour y es nuestra segunda noche en un ger, hace frio, pese a estar metido en un saco de dormir y con una manta encima, puedo sentir como poco a poco la piel pierde su calor. En cierta forma esta situación me lleva a la reflexión.
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