Después de creernos la leche de listos cogiendo un autobús que hacia el trayecto Pakse – Ban Na Hin directo nos dimos cuenta de lo tontos que somos al bajarnos del autobús en un cruce de caminos a 41km del pueblo de destino a las 9 de la noche. Por allí no pasaban más autobuses salvo uno a Vietnam que pasaría por el pueblo y que teníamos que esperar hasta las 23:00 y sin alojamiento previsto llegaríamos sobre las 00:00 con lo que era demasiado arriesgado plantarnos en el pueblo y no encontrar alojamiento.
|
lo que vimos al final del dia |
Después de unos momentos de tensión y de desconcierto sin saber que hacer, decidimos hacer lo que en ningún sitio recomiendan hacer, es decir, enganchamos a un camionero que había parado a tomarse un refrigerio y tras ponerle cara de pena y de desesperación, accedió a llevarnos en la cabina de su camión hasta Ban Na Hin.
|
Entrada de la cueva |
Si lo llegamos a saber nos esperamos al autobús. Carreteras de montaña oscuras como la boca del lobo, a 5km/h (sin exagerar) el camión no daba para mas, cruzando puentes maltrechos que crujían a nuestros pies y con la sensación de que no llegaríamos sanos y salvos a ningún sitio. Tardamos 2 horas en hacer los 41km que nos separaban de nuestro destino, pero gracias a nuestro amable conductor llegamos sanos y salvos, así que no tengo mas que palabras de agradecimiento para el.
Al llegar fuimos medio atacados por perros que vigilaban propiedades así que sin mucho buscar nos metimos en el primer guesthouse que vimos abierto. No estaba del todo mal y nos daba cobijo, así que no podíamos pedir nada más.
|
Abriendonos paso en la oscuridad |
La estancia aquí estaba planificada para poder ver uno de los puntos de interés señalados en Laos, la cueva de Kong Lo. 7km de cueva que atraviesa una montaña y lo mejor de todo es que se hace en barca. Cogimos una barca para los dos y nos metimos en la refrescante oscuridad de las entrañas de la montaña, en seguida tuvimos que echar pie a tierra para empujar la barca cuando se quedaba encallada en el rio, pero poco a poco remontábamos la corriente y atravesábamos la cueva. Hicimos una parte a pie, descubriendo la inmensidad de la caverna, de casi 100 metros de ancho y de alto y con estalactitas y estalagmitas enormes por todos lados. Las linternas que llevaba nuestro conductor a la cabeza nos servían para poder ver con dificultad la cueva, pero la verdadera sensación de majestuosidad llego al alcanzar la salida por el extremo contrario.
|
Salida de la cueva |
Un valle verde se mostraba ante nosotros como si fuera un valle perdido en uno de esos cuentos de Disney, búfalos, montañas y un poblado al final del camino donde poder tomarnos un refresco de coco. La imagen de la oscuridad difuminándose a favor de la clara luz del sol junto con el verde de la naturaleza es algo que se quedara grabado en mi retina para siempre. Una obra de arte en cuanto a sensaciones se refiere y tras el camino de vuelta a en barca, toda una experiencia que de por si ha merecido la pena haber entrado en este país para conocerla.
No hay comentarios:
Publicar un comentario